jueves, 10 de abril de 2014

DILEMAS DE LA GUERRA CIVIL IV: EL ANARQUISMO EN ESPAÑA

El anarquismo es la filosofía política que propone una sociedad basada en la libertad y la igualdad económica. Para ello rechaza la necesidad del Estado o de un poder público que gobierne sobre las personas. Bajo una formulación tan simple, pocas doctrinas o movimientos han manifestado una tan gran variedad de aproximaciones y acciones, que no siempre fueron bien entendidas por la opinión pública. Históricamente hablando, el anarquismo se centra en general en el individuo y en la crítica de su relación con la sociedad, su objetivo es el cambio social hacia una futura sociedad libre.

En el territorio español históricamente el anarquismo ganó un gran respaldo e influencia. Ya desde la época de la Primera República (1873-1874) las organizaciones influidas por el anarquismo eran las más potentes del país. Esta influencia se repetiría entre 1918 y 1919, cuando una organización sindicalista fundamentada en principios anarquistas, la Confederación Nacional del Trabajo, logró despuntar y agrupar a cientos de miles de trabajadores. Durante la Segunda República y la guerra civil de 1936 el anarquismo vivió sus años más importantes, destacando su participación en la llamada Revolución Social Española de 1936, que tuvo lugar después del golpe de estado del ejército español. Esta revolución social ha sido uno de los pocos episodios históricos en la que las ideas anarquistas de organización social se han llevado a la práctica a gran escala en el mundo. En el año 1977, durante la transición, el anarquismo volvería brevemente a ser una opción política, cultural y social de masas.

Pero no todo anarquismo tiene que ver con el movimiento obrero. Existieron corrientes individualistas, esperantistas, a favor de la pedagogía libre, naturistas, etc. Asimismo, hoy en día existen varias corrientes anarquistas similares como el insurreccionalismo, la autonomía, el veganismo, la teoría queer, etc. También sigue existiendo un movimiento obrero (una parte de él) influido por el anarquismo, aunque bastante más reducido que en otros tiempos.
En el estudio del anarquismo en España a menudo ha predominado la equiparación del anarquismo con el anarcosindicalismo. Esto se debe principalmente a que el anarcosindicalismo o Sindicalismo revolucionario logró calar fuertemente en el movimiento obrero autóctono. En algunos momentos de la historia las ideas libertarias incluso eran hegemónicas entre el movimiento obrero español. De esta manera el anarcosindicalismo constituyó durante décadas la principal agrupación de militantes anarquistas, que fueron quienes difundieron las ideas anarquistas a las nuevas generaciones. Cuando se buscan datos sobre el anarquismo es inevitable topar con el anarcosindicalismo, quedando a veces la impresión de que es lo mismo, olvidando la enorme variedad y pluralidad de las ideas anarquistas. Sin embargo, ni siquiera el anarcosindicalismo ha sido una corriente homogénea a lo largo de la historia.

Desde que Giuseppe Fanelli diera a conocer las ideas de la Internacional en España, el movimiento obrero organizado se orientó en gran parte hacia las ideas libertarias. Hubo una continuidad histórica de organizaciones y principios desde esta Primera Internacional y la organización más importante del anarcosindicalismo, la CNT. Fue la clase obrera estructurada en estos sindicatos quien entró en un proceso de organización y radicalización a partir de 1900 que culminaría en 1936 en la Revolución. En el proceso se produjeron no pocas intentonas revolucionarias, bajo distintos parámetros en consonancia con ese anarquismo que impregnaba el movimiento obrero. Mientras que en Cataluña (la principal zona industrial del país) el anarcosindicalismo era la fuerza hegemónica en la industria, en Andalucía arraigó en el campesinado. Su evolución organizativa geográfica hizo que predominara el movimiento anarcosindicalista en las ciudades costeras principalmente (Gijón, La Coruña, Ferrol, Vigo, Cádiz, Sevilla, Málaga, Cartagena, Alicante, Valencia, Tarragona, Barcelona, Palma de Mallorca, Santa Cruz de Tenerife...; con sus zonas respectivas de influencia) con pocas incursiones hacia el interior que generalmente permaneció bajo influencia de los socialistas (las excepciones serían Zaragoza, Córdoba, el campo riojano, la Cataluña central, alguna cuenca minera...).

Como se ha dicho, no todo el anarquismo era anarcosindicalismo. Unas veces fuera de él, y otras entremezcladas con él, existían diferentes interpretaciones de la idea libertaria. A menudo tomaban un carácter individualista, reacio a organizarse, y otras basaban su ámbito de acción en la cultura, y en el espíritu racionalista del que hacía gala el anarquismo. Así, existían anarquistas esperantistas, espiritistas, naturistas, vegetarianos, espiritistas, abstemios (de alcohol, tabaco y café), que a veces desarrollaban sus ideas en el seno de los sindicatos de CNT y otras de forma independiente en sus propios colectivos, Ateneos, revistas o incluso intentos de comunidad intencional. También existían otros movimientos obreros anti-autoritarios o libertarios colectivistas que no eran anarcosindicalistas. En los albores del movimiento obrero se desarrollaron las mutuas, sociedades de socorro mutuo, y las cooperativas, y con ellas los movimientos que les darían su fuera, el mutualismo, el societarismo (el embrión el sindicalismo) y el cooperativismo.

El régimen de Francisco Franco supuso el punto de ruptura entre ese anarquismo que se había gestado durante 70 años de acumulación de fuerzas. El anarquismo que comenzaba a surgir en los años 1960s estaba influido por la nueva cultura libertaria de otros países. Ya no se trataba de un anarquismo obrero, sino contracultural, más propio de la juventud y de quienes les gusta vivir en los márgenes de la sociedad. Y sin embargo, en España, logró volver a arraigar el antiguo anarquismo del Movimiento obrero español mediante el anarcosindicalismo. A finales de los años 70 se volvió a vivir un importante pero corto resurgir libertario, que por no tener bases sólidas, y después del fiasco del Caso Scala, terminó en nada tras la Transición española.

Hoy en día el anarquismo ha logrado hacer calar algunos de sus conceptos más importantes en la sociedad moderna. No son raros los conceptos de "asamblea", "apoyo mutuo", "autogestión", "acción directa", "democracia directa", toma de decisiones horizontal, control de las organizaciones por parte de la base, "empoderamiento", el "anti-politicismo"... El anarquismo llega al siglo XXI con una amplísima historia a sus espaldas.
En España la historia de la rebeldía social, es decir, del desacato popular hacia el poder legítimo (el Estado o la Iglesia) y a la autoridad se podría remontar al principio de los tiempos. Son numerosas las muestras de sociedades en rebeldía. Uno de los mejores ejemplos fueron las bagaudas en tiempos de los romanos y visigodos, auténticas guerrillas rurales formadas por desertores de los ejércitos, campesinos pobres y de gente excluida de la sociedad que luchaban contra el poder establecido. Son un buen ejemplo de sociedad "guerrillera", que se dio en gran parte de los bosques y montañas de Europa durante siglos.

La aldea tradicional ibérica, como dice Piotr Kropotkin en El Apoyo Mutuo, tenía una cierta autonomía política gracias a su aislamiento de los centros de poder. Fuera de los caminos principales, regiones enteras permanecían libres del poder señorial de los reinos medievales. Sin embargo, no estaban libres del poder de la Iglesia católica ni de algunos señores feudales, pero no pocas veces pasaban décadas enteras totalmente independientes. Las relaciones sociales y económicas más importantes de estas aldeas se daban mediante las posesiones comunales y el trabajo colectivo (común). Los bosques, los pastos de los puertos de montaña y parte del ganado se explotaban en común; los caminos, puentes, algunas casas (refugios de montaña, ermitas, almacenes...), eran obras de los aldeanos trabajando en común. No era infrecuente la ayuda mutua en las aldeas para construir nuevas casas, para turnarse para cuidar el ganado o incluso para ayudar a las familias en las que su cabeza de familia estaba enfermo. Los restos de esta sociedad han llegado en algunas zonas al siglo XX. La privatización de los bienes comunales, conocida como desamortización en el siglo XIX provocaría un serio problema en las aldeas, comenzando una era de empobrecimiento acelerado, y la emigración del campo hacia la ciudad que provocaría un exceso de mano de obra barata con la que comenzó la burguesía la Revolución industrial.

La Revolución francesa logró cambiar las relaciones sociales en Europa. Sus ecos llegaron al terreno de las ideas. De esta revolución descienden el socialismo y el liberalismo que llegaron a España durante las primeras décadas del siglo XIX. El primer pensador anarquista moderno, William Godwin, escribió su obra cumbre ("Disquisición sobre la justicia política y su influencia en la virtud y felicidad de la gente") en 1793, influido vivamente por la Revolución en Francia. Allí los anarquistas de la época eran llamados Enragés, es decir, los "iracundos", los "enfadados". Sus líderes (Jacques Roux, Jean Varlet, Jean Leclerc) tuvieron mucha influencia en 1793, aunque terminaron siendo ejecutados bajo el régimen de Robespierre (que liquidó a todos cuantos estaban políticamente a su izquierda). Sus ideas y prácticas permanecieron prácticamente ignoradas durante décadas.[31]

Durante las primeras décadas del siglo XIX, España permaneció al margen de las nuevas ideas europeas. Lejos de los centros de difusión del pensamiento (Londres, París o Berlín) las ideas tardaban mucho en llegar. La primera idea "socialista" llegaría a través de las obras de Fourier. Fourier proponía la creación de unas unidades de producción y consumo, las falanges o falansterios basadas en un cooperativismo integral y autosuficiente, así como en la libre consecución de lo que llamaba pasiones individuales, lo cual construiría un estado que llamaba armonía. En la práctica, sin embargo, sólo hubo una experiencia de falansterio en Francia (fracasada inmediatamente); además, hubo otra experiencia en España promovida por Joaquín de Abreu y Orta en Jerez de la Frontera. Abreu, emigrado a Francia, conoció a Fourier en 1831 y tomó parte en su experimiento de falansterio en Condé-sur-Vesgres. Vuelto a Cádiz en 1834, expuso las teorías falansterianas en los periódicos de la ciudad. En 1841, uno de los discípulos de Abreu, Manuel Sagrario de Veloy intentó realizar en Tempul, cerca de Jerez, una "asociación armónica" en una gran extensión de territorio: quería fundar un falansterio. Pero para reunir el capital fue a Madrid, a intentar convencer al gobierno para que lo financiara. Al negarle éste su apoyo abortó el proyecto. El falansterismo andaluz fue tachado de "socialismo de señoritos", por su excesivo paternalismo y por la proveniencia social de sus impulsores. Otra incursión en España de una idea socialista libertaria, fue la de los icarianos. Basados en las ideas de Étienne Cabet, prentendían el establecimiento de comunas igualitarias. Sus obras y proyectos influyeron a algunos españoles, entre ellos a Narciso Monturiol, creador del primer submarino.

Por su parte los obreros comenzaron a constituir las primeras sociedades de socorro mutuo. La primera sería la Asociación mutua de obreros de la industria algodonera de Barcelona. Esta mutualidad sería disuelta en 1841 por publicar un manifiesto demandando la implantación del seguro de enfermedad y paro forzoso. Se trataba de un claro precedente de los sindicatos. Ahondando en este desarrollo de las asociaciones obreras se crearía en estos años de apertura, del bienio progresista (1854 a 1856), la primera federación obrera, que se llamó Las Tres Clases del Vapor, del textil. Pero en 1855 se suprimirán de un plumazo todas las asociaciones obreras excepto las de carácter filantrópico o de socorros mutuos bajo el control directo de la autoridad local. El objetivo era mantener el orden público que estaba amenazado por la huelga de las sociedades obreras catalanas ante el llamado "conflicto de la media hora". En las fábricas textiles de la época abundaron los ataques luditas en contra de la introducción de la maquinaria. Pero la de 1855 es considerada la primera huelga general de la historia de España, puesto que al estar concentrada casi toda la industria en Barcelona, al parar la producción se paralizó la actividad económica del país en su conjunto.
El francés Pierre-Joseph Proudhon, haría una síntesis de los anteriores movimientos socialistas utópicos, y le añadiría características nuevas propias del proletariado que se comenzaba a organizar por sí mismo, que llamaría federalismo o mutualismo. Dentro del movimiento federalista, Proudhon se decantaría por un federalismo radical y claramente socialista. Su idea socialista era por tanto federalista, contraria al centralismo que propugnaban los socialistas alemanes (Marx, Engels, Lassalle). Francisco Pi y Margall (nombrado, en su muerte, "El más sabio de los federalistas, casi un anarquista" por Ricardo Mella), en su exilio en Francia conocería ampliamente las ideas de Proudhon. Traduciría los libros El principio federativo y La filosofía del progreso, que serían los primeros libros anarquistas que se escribieron en castellano. Cuando Pi y Margall funda su partido republicano federal, éste tendrá una facción de federalistas radicales, llamada los "intransigentes", entre los cuales habría varios militantes que más tarde pasarían al anarquismo. El anarquismo atraía a menudo a personas proveniente de la burguesía radical, y a lo largo de las siguientes décadas numerosos republicanos y masones se irán acercando a estas ideas.

Otro tipo de factores de descontento en España fueron dando pie al anticlericalismo dado el gran poder de la Iglesia católica en la sociedad española, o al bandidaje social, debido al acoso al que se veía sometido el mundo rural, por ejemplo. También abundaron durante el siglo XIX insurrecciones campesinas debido a las penosas condiciones de vida en el campo andaluz, como las de El Arahal (1857) o Loja (1861). En estos casos no tenían nada que ver con una agitación anarquista, puesto que no existía, sino que eran claras explosiones de descontento.
El anarquismo "moderno" se introduce en España en 1868. Giuseppe Fanelli llegó a España en aquel año con la misión de reclutar miembros para la Primera Internacional (creada en 1864), y eventualmente organizar una sección en España. Fanelli, a su vez estaba en contacto con la entonces recién creada Alianza de Mijail Bakunin. Sin embargo, la Internacional ya estaba controlada por el grupo de Carlos Marx, que dominaba el Consejo General de Londres. Cuando la Alianza se quiere adherir a la Internacional como organización, se le deniega bajo la argumentación de que las secciones debían basarse en los territorios, y no en tendencias ideológicas. Bakunin, que lo que quería era entrar en la Internacional, decide disolver la Alianza, y que los aliancistas entraran de forma individual adheridos a sus respectivas federaciones nacionales. Sin embargo, a pesar de disolver la Alianza oficialmente, los antiguos aliancistas segurirán en contacto, actuando de facto como una tendencia en el seno de la Internacional.

Fanelli solamente hablaba en francés e italiano, así que los presentes podían comprender muy poco de lo que estaba diciendo. De todos los presentes, un hombre, Tomás González Morago, sabía algo de francés. Aun así la pasión con la que se expresaba Fanelli, logró convencer y entusiasmar a los madrileños. Anselmo Lorenzo dio cuenta de su oratoria:

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