martes, 18 de marzo de 2014

Literatura clasica

Julia Junila Layetana nació el año 73 en Barcino, en el extremo occidental del Imperio Romano, en tiempos de Vespasiano. Hija de Marco Didio Falco, un detective encargado de resolver misterios y asesinatos, su madre literaria es Lindsey Davis, creadora de 20 títulos protagonizadas por este informante con pasado de legionario. Del 11 al 16 de noviembre Didio Falco y su hija Julia, volverán a pasear por Barcino. Será durante la primera edición de Barcelona Novela Històrica, unas jornadas que nacen dentro de los fastos del tricentenario de 1714.

Comisariada por el periodista Enric Calpena, los encuentros y mesas redondas intentarán responder a preguntas sobre este género que cada vez tiene más adeptos en España. Temas como: ¿Cuáles son los límites de la novela histórica, entre la documentación y la imaginación? ¿Barcelona escenario o protagonista? ¿Es posible la novela histórica gráfica? ¿Son mejores las sagas o las novelas únicas? y ¿qué leen los autores de novela histórica?, entre otros.

Entre los invitados, autores como Albert Sánchez Piñol (Victus), Alfred Bosch (1714), Jaume Clotat y David de Montserrat (Lliures o morts), además de Edward Rutherfurd, autor de novelas en las que narra la historia de ciudades como Nueva York, Londres y París, a través de sagas familiares; José Luis Corral (El médico hereje, ¡Independencia!), Ildefonso Arenas (Álava) o Lindsey Davis que recogerá el primer Premio Internacional de Novela Histórica Barcino, el miércoles 13.

Si Mont Llibre y la BCNegra nacieron del Any del Llibre; las jornadas lo hacen con la intención de perpetuar el tricentenario más allá de 2014. Ya se trabaja en el tema del año que viene: el fin de la I Guerra Mundial y los 2.000 años de la muerte de Augusto. El presupuesto de las jornadas es de 97.400 euros (similar al de BCNegra), de los cuales 8.000 son para el comisario Calpena.
Veinticinco galeras partieron del puerto de Málaga con destino a Orán rumbo a uno de los naufragios más terribles que se recuerdan. La preparación del viaje debió durar días, tal vez semanas. El trayecto apenas unas horas en las que el mar se fue enrareciendo, volviéndose más oscuro hasta apoderarse de una blancura que desató la tragedia. El 19 de octubre de 1562, un fuerte viento forzó a las galeras a refugiarse en la bahía de La Herradura (Granada). Un nuevo cambio inesperado en el mar convirtió el lugar en una tumba de sal para cerca de 5.000 hombres. La fuerza del oleaje llevó las embarcaciones hacia las rocas y fueron chocando unas con otras hasta irse a pique. “Fue un naufragio del que poco se sabe, pese a que fallecieron casi 5.000 personas”, explica el escritor Andrés Cárdenas (Bailén, 1954), que acaba de publicar Luna de octubre en la editorial Port Royal, una novela inspirada en la tragedia de la que se cumplen 450 años.

El motivo por el que apenas existen datos sobre lo ocurrido fue el secretismo con el que fue tratado el asunto desde un primer momento. “Felipe II lo ocultó. No quería que los espías de los turcos y berberiscos que había en la Corte se enteraran de que España se había quedado prácticamente sin flota en el Mediterráneo”, explica Cárdenas. A este hecho se unió que pocos años después sucedió el desastre de la Armada Invencible, que acaparó toda la atención de los historiadores. Pese a ello, un antiguo poema de Antonio Moyano relata la tragedia e incluso Miguel de Cervantes la menciona en el Quijote.

“Existen muchísimas preguntas que nunca han sido contestadas y que difícilmente podrán serlo. El capitán general que mandaba la flota era Don Juan de Mendoza. Se le rebelaron los capitanes italianos que iban en otros barcos y también los galeotes. Eso contribuyó a que el desastre fuera mayor”, aclara el escritor, que ha realizado un amplio trabajo de documentación para reconstruir la historia del hundimiento y de uno de los personajes que lograron salvarse (fueron 2.000 los supervivientes), el grumete Martín de Figueroa, que en la novela de Cárdenas es la voz que narra el suceso.

Martín de Figueroa era el grumete del capitán general que mandaba la flota hundida, además de ayudante del cirujano de la Capitanía, mamporrero de caballos y golilla en la biblioteca de Diego Hurtado de Mendoza, entre otros quehaceres. “Se trata de un bibliófilo empedernido que logra juntar una importante biblioteca. He procurado que la novela fuera un homenaje al libro en esta época en la que los apocalípticos apuestan por la desaparición del papel”, señala su autor.

La novela tiene otras reivindicaciones, como la autoría de El Lazarillo de Tormes. “Fue obra de Diego Hurtado de Mendoza y se publicó como anónima porque no podía firmarla al ser diplomático y por miedo a la Santa Inquisición”, asegura Cárdenas, que manifiesta de este modo su apoyo a una de las teorías que con los años han ido tomando más fuerza sobre la autoría del popular libro.

El empeño de Cárdenas con su novela ha sido el de “rescatar un trozo de la historia” que ha quedado sepultado por el tiempo, como si jamás hubiera sucedido. Resulta sorprendente el desconocimiento de una tragedia marítima tan enorme, mucho más si se tiene en cuenta que en el hundimiento del Titanic fallecieron 1.500 personas, lo que forjó una leyenda inmensa. “Los 5.000 muertos de La Herradura como poco merecen ser recordados”, asegura Cárdenas, que recomienda un trabajo de María del Carmen Calero, catedrática de Historia de la Universidad de Granada, en el que se da buena cuenta de lo sucedido aquel día. “Me he basado en gran parte en sus investigaciones para hilar una historia en la que no faltan las pasiones, la venganza y el amor. El protagonista es un muchacho que logró sobrevivir y al que le suceden muchas peripecias relacionadas con el tiempo en el que vivió”.

Se trata de la segunda novela histórica de Cárdenas, que trabaja como periodista. En la anterior, titulada El cántaro roto, profundizó en la batalla de Bailén, su ciudad de origen. Ahora se ha decidido por un libro que está lleno de homenajes, no solo a las víctimas, sino también a las obras de aventuras que han jalonado la vida lectora de su autor cuando era un joven al que atraían las historias y los libros. "El Conde de Montecristo, La isla del tesoro, Robinson Crusoe… De todo eso hay un poco. Es una novela de corte clásico que he tratado que sea amena y en la que me he permitido alguna que otra licencia humorística, algo de lo que cada día es más difícil prescindir, aunque sea en una tragedia como esta", concluye.

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