martes, 25 de marzo de 2014

Historia negra , atrocidades y mundo actual


Número de víctimasEventoFechas
155000000Segunda Guerra Mundial (Algunos solapamiento w / Stalin. Incluye Guerra Sino-Japonesa y Holocausto. No incl. expulsiones alemanes de la posguerra)1937/39-1945
240000000China:. Régimen de Mao Zedong (incl. el hambre)1949-1976
320000000URSS: el régimen de Stalin (incl. atrocidades de la era WW2)1924-1953
415000000Primera Guerra Mundial (incl. masacres armenias)1914-1918
58800000Guerra civil rusa1918-1921
64000000China: Señor de la guerra y nacionalista Época1917-1937
73000000Estado Libre del Congo [ n.1 ](1900) -08
82800000Guerra de Corea1950-1953
82800000Segunda guerra de Indochina (Laos y Camboya incl.)1960-1975
102500000Guerra civil china1945-1949
112100000Expulsiones alemanes después de 2 ª Guerra Mundial1945-1947
121900000Segunda guerra civil sudanesa1983 - (99)
131700000Congoleño Guerra Civil [ n.1 ]1998 - (99)
141650000Camboya: régimen del Khmer Rouge1975-1979
151500000Afganistán: la guerra soviética1980-1989
161400000Ethiopian Civil Wars1962-1992
171250000Oriente Pakistán: Masacres1971
181000000Revolución Mexicana1910-1920
181000000Guerra Irán-Irak1980-1988
181000000Nigeria: la rebelión de Biafra1967-1970
21917000Las masacres de Ruanda1994
21800000Mozambique: Guerra Civil1976-1992
23675000Francés-argelino Guerra1954-1962
24600000Primera Guerra de Indochina1945-1954
24600000Angola Guerra Civil1975-1994
26500000Disminución de los indios del Amazonas(1900-1999)
26500000India-Pakistán de reparto1947
26500000Primera guerra civil sudanesa1955-1972
29450000Indonesia: Masacre de los Comunistas1965-1966
30365000Guerra Civil Española1936-1939
?> 350 000Somalia: Chaos1991 - (99)
?> 400 000Corea del Norte: Régimen Comunista
Los totales aquí están sujetos a las habituales márgenes de error . También contienen todas las variedades de atrocidad: muertes en combate , las víctimas civiles de la guerra, democide, hambruna causada por la perturbación económica, etc

Aunque cada uno de ellos es un caso distinto, muchos están estrechamente relacionados entre sí. Stalin (# 3), Chiang Kai-shek (# 6) y Mao Zedong (# 2) fueron los principales actores de la Segunda Guerra Mundial (# 1), que fue claramente una secuela de la Primera Guerra Mundial (# 4). La Guerra Civil Rusa (# 5), lo que allanó el camino para el ascenso de Stalin, fue el resultado integral de la Primera Guerra Mundial. La anarquía que se extendió por China tras el derrocamiento de la monarquía trajo Chiang al poder, Mao puso en conflicto con él, y alentó a la invasión japonesa. La caída del Imperio japonés después de la Segunda Guerra Mundial salió de Corea en juego (# 8), y el ejército de Mao fue uno de los que trataron de agarrarlo.

Es muy posible, por tanto, que los futuros historiadores consideran que estos eventos sean meros episodios de un único trastorno masivo - el "Hemoclysm", para darle un nombre (del griego, "la inundación de la sangre") - que se llevó la vida de algunos 155 millones de personas. En total, más del 80% de las muertes causadas por atrocidades del siglo XX se produjo en el Hemoclysm.

Se divide claramente en dos partes - Este y Oeste. El Hemoclysm Oriental comenzó con el derrocamiento de la dinastía Manchú en China en el año 1911 dando lugar a 38 años de guerra civil y la invasión japonesa. En 1949, el baño de sangre del interregno dio paso a un mayor baño de sangre como el poder consolidado comunistas de Mao (que murió en 1976). Cuando es visto como un continuo, esta fase de la historia de China era una pesadilla 65 años, que tuvo unos 75 millones de vidas.

Las primeras chispas de la Hemoclysm occidental fueron las guerras de los Balcanes (1912-1913) que encendió rápidamente la Primera Guerra Mundial. Esto hizo caer cuatro de las monarquías más poderosas de Europa, dando lugar a un vacío de poder que finalmente fue ocupada por los nazis en Alemania y los comunistas en Rusia, que entró en conflicto durante la Segunda Guerra Mundial. La muerte de Stalin en 1953 finalmente se extinguió el Hemoclysm Occidental después de la pérdida de unos 80 millones de vidas.

Si no fuera por el hecho de que la Segunda Guerra Mundial es considerado como un solo evento, es probable que podríamos considerar las mitades oriental y occidental de la Hemoclysm ser piezas claramente no relacionados de la historia.

Una serie de eventos que puede o no puede estar relacionado con la Hemoclysm son las guerras y las matanzas que asolaron Indochina 1945-1980. La primera de ellas (1945-1954) fue, obviamente, engendrados por la Segunda Guerra Mundial, y podemos trazar fácilmente una reacción en cadena que llevó de ésta a la siguiente y la siguiente (# 24 - # 9 - # 14), sin embargo, cada uno posterior guerra tomó más y más de los eventos centrales de la Hemoclysm, así que no he incluido los 5 millones de indochinos muertos en total.

Proporcionalidad

Si vamos a señalar con el dedo de la culpa de la barbarie del siglo - y usted sabe que usted quiere - números crudos probablemente no son suficientes. Ha habido un montón de episodios de brutalidad concentrada que no aparece en la lista anterior, simplemente porque la población afectada es muy pequeña. Mientras tanto, una de las principales razones de que Rusia y China se destacan de manera prominente en la parte superior de la lista es que tienen tantas víctimas potenciales, para empezar. Por lo tanto, he tomado todos los episodios de matanzas masivas del siglo 20 y los dividió por la población del país que sufrió las pérdidas.

Los 25 mayores porcentajes de población nacional muertos durante períodos de brutalidad masiva:



Si se fijan bien en la tabla con la intención de determinar qué raza, religión o ideología ha sido el más brutal, verás un patrón emerge. Es todo un patrón sorprendente, por lo que prefiero que encontrar por ti mismo. Volver atrás y echar un segundo vistazo. Nos veremos en el siguiente párrafo después les explico que, honestamente, yo no manipular los datos. Yo simplemente tomé la cifra de muertos más probable (militar y civil) entre los nativos de cada país (por ejemplo, todos los vietnamitas del sur - soldados del ARVN, civiles y Viet Cong - que murieron en la guerra de Vietnam), y dividí por la población de ese país (antes de la guerra). No tomé, por ejemplo, sólo los muertos militares, o sólo a las víctimas del genocidio. Yo no decidí arbitrariamente dividir un terror en dos con el fin de hacer que cada uno parece más pequeño (el único caso dudoso es que calculé los rusos muertos desde WW2 y Stalin por separado. A juicio personal.), O eliminar los países de cierto tamaño . No, no tenía ni punto predeterminado de probar. Hice los cálculos y dejar que las fichas caigan donde quisieran. ( Aquí están los números en bruto, si usted quiere comprobar detrás de mí. )

Es por eso que estaba tan sorprendido al descubrir que no hay absolutamente ningún patrón a la carta. Si simplemente me había elegido 25 países de un sombrero, yo no podría haber conseguido una difusión más amplia de lo que tenemos aquí. Tenemos los países ricos y los países pobres, industriales y agrarias; grandes y pequeños. Tenemos gente de todos los colores - blanco, negro, amarillo y marrón - ampliamente representada tanto entre los matarifes y los slaughterees. Tenemos cristianos, musulmanes, budistas y ateos todo carnicería entre sí en nombre de sus diferentes dioses o falta de ella. Entre los autores, tenemos inclinaciones políticas de izquierda, derecha y centro, algunos son monarquías, algunos son dictaduras y algunos son incluso democracias. Tenemos víctimas inocentes invadidos por grandes y malos vecinos, y tenemos un montón de países que lo trajo sobre sí mismos, siembra el viento y cosecha tempestades. Adelante - tomar una tercera mirada. Encontrar cualquier tipo de país que no esté representada entre los agentes de un blooding importante, y probablemente la única razón de que es que no hay que muchos países de esa categoría, para empezar (No hay países hindúes o judíos en el gráfico , pero luego, sólo hay uno de cada uno en todo el planeta, y ambos están esperando en las alas entre el próximo 25.).

En cierto modo, es bastante desalentador darse cuenta de que no podemos culpar con suficiencia la brutalidad del siglo a los comunistas, o los imperialistas, o los fundamentalistas musulmanes, o los impíos. Cada categoría principal de los derechos humanos ha hecho de la cuota para aumentar el número de muertos, por lo que reemplazar, por ejemplo, los gobernantes musulmanes con los gobernantes cristianos, o los gobernantes blancos con gobernantes negros, no va a cambiar en absoluto.
En Breve historia de la guerra civil (España), la hispanista británica Helen Graham (Liverpool, 1959) propone un vertiginoso, riguroso y revelador recorrido por los episodios de un conflicto que marcó de manera definitiva la historia de España durante el siglo XX. El libro no llega a las 200 páginas, pero consigue reconstruir la complejidad de aquella época terrible combinando la escueta narración de los episodios fundamentales con una sugerente perspectiva social y cultural, al tiempo que incorpora minúsculas viñetas biográficas que aportan al sobrio desarrollo de los acontecimientos un componente privado, personal, íntimo. El golpe contra la República que desencadenó durante el 17 y el 18 de julio de 1936 un grupo de militares rebeldes no sólo destruyó la legalidad vigente, irrumpió también como un vendaval en el ámbito doméstico de cada persona.
Las grandes matanzas del siglo XX han suscitado un enorme volumen de publicaciones en las que se relatan historias individuales, en su inmensa mayoría las de las víctimas y los supervivientes. Los libros como Desde aquella oscuridad, en el que la periodista Gitta Sereny refleja sus entrevistas detalladas con Franz Stangl, el antiguo responsable de Treblinka, son excepción. Y todavía más infrecuente, e incluso imposible, es encontrar documentales que nos muestren a los autores de esos crímenes de masas comprometidos con la búsqueda de la verdad. Pero su interés salta a la vista. Oír hablar a las víctimas es desgarrador, provoca emoción y compasión, pero no nos enseña nada: las víctimas no son las responsables de esos hechos, sino quienes han sufrido, impotentes, la voluntad de otros. Si queremos comprender los desastres pasados, condición previa indispensable para cualquier intento de impedir que se repitan, lo que debemos hacer es acudir a quienes cometieron esos actos: ¿por qué hicieron esas cosas? ¿Cuál es el mecanismo que engendra el horror? ¿Cómo puede convertirse un hombre corriente en un verdugo de masas? Por desgracia, los individuos que podrían hacerse estas preguntas y buscar respuesta sin hacer concesiones son escasos; en su mayoría, no se consideran culpables en absoluto y concentran sus esfuerzos en buscarse excusas.

En 2009 se celebró en la capital de Camboya un proceso al régimen de los jmeres rojos por los crímenes cometidos durante su periodo en el poder. En el banquillo de los acusados, una sola persona de apellido Duch, antiguo director de un centro de torturas y exterminio, denominado S 21. El juicio, el primero de su tipo en aquel país, fue excepcional, entre otras cosas, por el hecho de que los archivos del centro están perfectamente conservados y, por tanto, permiten reconstituir de forma minuciosa su funcionamiento. Pero fue extraordinario también por la personalidad del procesado, que en ningún momento trató de eludir sus responsabilidades, sino que se reconoció culpable de un crimen abominable del que dijo arrepentirse amargamente y, a continuación, se comprometió a cooperar activamente con el tribunal.

A todos estos elementos, ya sustanciosos, se añade otro más muy positivo: el juicio originó varios libros de gran calidad, redactados por testigos que aclaran diversos aspectos de él, y, cosa aún menos frecuente, un documental sobre Duch. Su director, Rithy Panh, con el deseo de comprender más que conmover, se sumerge en el espíritu del verdugo y tiene el valor, o la prudencia, de no enmarcar el discurso de su personaje en el suyo de autor, sino de enfrentar directamente al espectador con el hombre que confiesa y analiza sus crímenes. El resultado es sobrecogedor.

Estos libros y este film permiten, ante todo, reconstruir el contexto en el que actuaban los jmeres rojos, una guerra civil (1970-1975) que causó 600.000 muertes, un país que padecía los bombardeos estadounidenses (cayeron en él casi cuatro veces más bombas que sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial), el ansia de libertad y justicia que engendró toda aquella violencia. Los testimonios relatan el proceso inexorable que se inició con la victoria de los comunistas en 1975 y prosiguió hasta 1979. La represión tuvo tres fases. Al principio, ejecutaron a todos los antiguos enemigos, pero también a los “desviados”: locos, discapacitados, leprosos. A continuación, expulsaron de las ciudades a todos los que no pertenecían a las nuevas clases privilegiadas de obreros y campesinos, es decir, los enseñantes, empleados, comerciantes, propietarios, y los enviaron a cavar canales y construir diques, con el argumento de que, para merecer formar parte del pueblo, necesitaban reeducarse. Un año después comenzó la tercera fase, la persecución de los “enemigos interiores”, una purga permanente que afectó a los propios revolucionarios y acabó con todos los sospechosos en prisiones especiales, como la que dirigía Duch, en las que los torturaban para que revelasen los nombres de sus “cómplices” y luego los ejecutaban. La vida de un enemigo no valía nada, y tampoco las de las personas más próximas a él: esposa, hijos, padres, amigos, colegas. Los presos eran “bolsas de sangre”: les sacaban toda la que tenían —con lo que morían de inmediato— y les practicaban una vivisección “para estudiar su anatomía”. Se calcula que el número de víctimas de aquellos cuatro años asciende a 1.700.000, aproximadamente el 20% de la población.

El número de víctimas de los jmeres rojos  asciende a 1.700.000, aproximadamente el 20% de la población camboyana
Antes de asumir su compromiso político, Duch era un personaje corriente, atento a los demás, aplicado en su trabajo, inteligente. Durante su periodo de jmer rojo, cometió crímenes extraordinarios y supervisó las torturas y ejecuciones de al menos 12.500 personas. Su paso de una cosa a otra se explica, más que por su pasado personal, por su relación con la historia colectiva: en este caso, no se trata de un monstruo individual. La fuerza que impulsó el régimen fue la ideología comunista llevada al paroxismo y sostenida por el ejército, que no se ha visto sometido a ningún proceso porque el tribunal solo juzga a individuos. Los dirigentes de los jmeres rojos se remitían a Marx, Lenin y Mao, a los comunistas franceses, país en el que varios de ellos habían estudiado. El objetivo era crear un hombre nuevo y una sociedad nueva, de manera que había que comenzar por destruir todo lo que existía. Privar a la persona de su familia, su casa, su profesión, incluso darle un nombre nuevo. La alternativa que se ofrecía a la población era adoptar la nueva fe con entusiasmo o someterse a ella por miedo al sufrimiento. La presión era tal que nadie podía superarla. Pero las reacciones fueron distintas: unos se negaron (y aceptaron morir), mientras que otros se sometieron (y aceptaron matar). En varias cárceles especiales, como la que dirigía Duch, se torturaba a los “sospechosos” para que revelasen los nombres de sus “cómplices” y luego se les ejecutaba de forma sistemática. Las “confesiones” extraídas a las víctimas permitían mantener la ficción de las conspiraciones, que debían servir para explicar los fallos económicos y justificar la dictadura, convertida en un fin en sí misma.

¿Cuál es el régimen político más inhumano?, se pregunta Rithy Panh, y responde: el que decide qué es lo que le conviene al individuo y se lo impone a todos.
Stalin fue expeditivo reescribiendo la historia. Trotski fue literalmente borrado en fotografías de la nueva iconografía revolucionaria. Ocultar, agigantar, aliñar el pasado a conveniencia del poder es una tentación de hondas raíces históricas. En 1598, sin pensar en que pedía un imposible metafísico, el rey francés Enrique IV prohibió recordar a sus súbditos. Aquel año dictó un edicto en el que ordenaba que todos los acontecimientos violentos ocurridos entre católicos y protestantes “queden disipados y asumidos como cosa no sucedida”. Casi nada. El monarca intuyó que la memoria, pese a su incorporeidad, era letal para las guerras de religión. No hay que mirar solo en el ojo ajeno. A Bartolomé de las Casas le reprocharon “aunque fueran verdad” que publicase “cosas muy terribles y fieras de los soldados españoles” durante la colonización americana. El asunto acabó con la prohibición en 1660 de su Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Más recientemente, la versión de la Guerra Civil que circuló por las aulas durante el régimen franquista fue un relato falseado de cruzados buenos y malos rojos.

Historia y memoria comparten influyentes enemigos. En Suiza pueden procesar a alguien por negar el genocidio armenio durante el Imperio Otomano, mientras que en Turquía pueden procesarle por afirmarlo. Pero historia y memoria no son lo mismo, aunque actúen sobre un terreno común: el pasado. Los hechos históricos son sagrados, se cuenten en Estambul o en Ereván. La conmemoración de los mismos —traerlos del pasado con alguna finalidad en el presente— difiere forzosamente si parte de las víctimas o de los verdugos, como evidencia el contraste entre la memoria histórica reivindicada por los nietos de los sepultados en fosas durante la guerra y la memoria oficial enarbolada por el régimen franquista, que honró permanentemente a los damnificados de su bando (con causa general para resarcirles incluida) dejando en la cuneta de la historia a los otros. “La memoria es una materia de la historia a historiar”, sintetiza el catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona Ricardo García Cárcel en La herencia del pasado, donde repasa la construcción de relatos identitarios desde la Hispania romana a la actualidad.

Dado que aspira a contar hechos, la historia no puede ser una cosa y la contraria (por mucho que aliente interpretaciones plurales), mientras que la memoria está al servicio de quien la empuña para emitir un juicio moral sobre lo ocurrido. Sus caminos se entrecruzan, pero no conducen al mismo paraje. “La historia, incluso cuando es movida por la memoria, tiene que ser necesariamente crítica y puede resultar la peor enemiga de una memoria impuesta: fue la historia, en cuanto investigación del pasado, la que desmontó la construcción memorial de la guerra como una guerra santa; como ha sido la historia la que ha devuelto a Trotski a la fotografía de la que fue borrado por la memoria colectiva soviética”, advierte Santos Juliá, catedrático emérito de la UNED. “La memoria, al traer el pasado al presente con el propósito de establecer un deber —que será de duelo o celebración, de reparación o de gloria— o de construir una identidad diferenciada, necesariamente olvida”, planteó en su artículo Por la autonomía de la historia, publicado en Claves de Razón Práctica.

En el siglo XX, tras lo que Hannah Arendt acuñó como “banalización del mal”, eclosionó la memoria histórica como un fenómeno universal. Lo ocurrido en Auschwitz se convirtió, según el profesor de investigación del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Reyes Mate, en “lo que da que pensar” y alimentó “el deber de memoria” para acentuar “la construcción de un sentido, la creación de un significado de ese pasado que valga para el presente”. Propiciado por el grito del “nunca más” de los supervivientes, recordar pasó a ser un valor en alza. Elie Wiesel, que pudo revivir el espanto del exterminio, consideraba el olvido como “el triunfo definitivo del enemigo” y “una injusticia absoluta”.

“La historia, incluso cuando es movida por la memoria, tiene que ser necesariamente crítica”, afirma Santos Juliá
El Holocausto fue más allá de cualquier genocidio anterior. “Auschwitz no tenía equivalentes. Era otra guerra o, mejor dicho, ni siquiera era una guerra. Era pura y simplemente una matanza masiva, sin una razón táctica o estratégica, sino por pura ideología”, sostiene el ensayista Ian Buruma en El precio de la culpa. “El sistema nazi había entendido que la eficacia del crimen debía velar no solo por el exterminio físico de un pueblo sino también por el metafísico”, afirma Mate en Tratado de la injusticia. Contra las chimeneas que humeaban seres humanos había que contraponer el recuerdo vívido que no transmite la historia, “el olor a carne quemada”, describía otro de los deportados que pudo contarlo, Jorge Semprún. Sin embargo, así como nadie objeta el papel de la historia, la memoria histórica cuenta con activos detractores, como el periodista estadounidense David Rieff, que ha escrito un furibundo alegato a favor del “imperativo ético del olvido” en su ensayo Contra la memoria. Cuenta Rieff que la obra echó raíces en Bosnia, donde trabajó como reportero de guerra. “La memoria histórica colectiva tal como las comunidades, los pueblos y las naciones la entienden y despliegan —la cual casi siempre es selectiva, casi siempre interesada y todo menos irreprochable desde el punto de vista histórico— ha conducido con demasiada frecuencia a la guerra más que a la paz, al rencor más que a la reconciliación y a la resolución de vengarse en lugar de obligarse a la ardua labor del perdón”, esgrime. El nunca más de Auschwitz le parece cargado de buenas intenciones y falto de realismo. Y relata un chiste que circula por Polonia: ¿A quién mata primero un polaco, al alemán o al ruso? Al alemán, por supuesto; primero el deber, después el placer.

Todas sus reflexiones le conducen hacia el elogio de la amnesia. “Lo que garantiza la salud de la sociedad y de los individuos no es su capacidad de recordar, sino su capacidad para finalmente olvidar”, sostiene Rieff, sin que esto quiera decir que deba renunciarse a perseguir los crímenes y reconocer a las víctimas. A diferencia de Mate, cree que la búsqueda de la verdad “no está por encima de todo” y cita los acuerdos de Dayton que, pese a contemplar la impunidad de Milosevic, fueron preferibles a seguir la masacre.

Rieff es el último recién llegado a una controversia alrededor de la memoria, que ha sido especialmente intensa en países como Alemania, que declaró imprescriptibles los crímenes contra la humanidad en 1979, tras la emisión de la serie Holocausto. En Francia se han aprobado sucesivas leyes que legislan sobre episodios históricos. Desde 1990 la ley Gayssot castiga el negacionismo del Holocausto judío y desde 2001 la legislación reconoce la esclavitud como un crimen contra la humanidad y el genocidio armenio. La intromisión política soliviantó a un grupo de historiadores, que emitió un manifiesto, embrión del movimiento bautizado como Libertad para la Historia. “En un país libre no es competencia de ninguna autoridad política definir la verdad histórica ni restringir la libertad del historiador mediante sanciones penales”, señalaban, entre otros Pierre Nora, Jacques Le Goff o Eric Hobsbawn. Abundan los historiadores reticentes ante el afán memorialístico. Tony Judt temía que el siglo XX se convirtiese en un “palacio de la memoria moral: una cámara de los horrores históricos de utilidad pedagógica cuyas estaciones se llaman Múnich o Pearl Harbour, Auschwitz o Ruanda, con el 11 de septiembre como una especie de coda excesiva”. Mantener vivo el horror pasado, sí, pero —matizaba—“como historia, porque si lo haces como memoria, siempre inventas una nueva capa de olvido”.

La memoria puede contaminar la historia porque no todo lo que emana de ella es riguroso: a veces hay falsos testigos como Enric Marco, que presidió durante años una asociación de supervivientes de campos nazis. “Frente a los excesos, manipulaciones y mentiras, los historiadores tienen caminos muy claros: archivos, erudición y comparación”, prescribe Julián Casanova, catedrático de Historia de la Universidad de Zaragoza. Concede que “los recuerdos” a los que la gente llama “memoria” pueden difuminar las fronteras entre los análisis de los historiadores y las meras opiniones. “En el caso de la Guerra Civil, el boom de testimonios y divulgaciones de recuerdos ha servido para alimentar la confrontación entre historia y recuerdos; para seleccionar los puntos más calientes del debate político (no historiográfico), casi siempre centrados en la violencia, en quién mató más y cometió más barbaridades; y para convencer a la gente de que el pasado reciente no puede analizarse con objetividad”. Porque tampoco conviene a la historia desentenderse de la interpretación del pasado por la que pugna la memoria. Se ha contado que la expulsión de los judíos fue inevitable para la unificación española. “Mientras se hacía ruido con estas explicaciones”, señala Reyes Mate, “se borraban diligentemente las huellas de la milenaria presencia del pueblo judío en tierras hispanas”. Las sinagogas se reconvirtieron en iglesias y Maimónides se excluyó de la lista de pensadores españoles. “La recomendación del historiador contemporáneo de que nos atengamos a la explicación objetiva de los hechos sería la última edición de la misma estrategia interpretativa del vencedor”, concluye Mate, que suscribe las palabras de Walter Benjamin: “La memoria abre expedientes que la ciencia da por archivados”.

Protagonistas de la actualidad

Como estaba previsto, el referéndum celebrado el domingo en Crimea resultó en un respaldo apabullante (el 97%) a la ruptura con Ucrania. Al margen —aunque no sea marginal— de la ocupación de las tropas rusas, la desaparición de activistas proucranios, la censura, las amenazas y las irregularidades (empezando por la propia convocatoria de la consulta), estaba claro que la mayoría de la población de Crimea, de origen ruso, refrendaría la maniobra del Kremlin para anexionarse la estratégica península del mar Negro.

Y como también estaba previsto, la Unión Europea y Estados Unidos no reconocen el resultado de una consulta ilegal y han comenzado a imponer las primeras —y tímidas— sanciones (prohibición de viajes y congelación de bienes) a una veintena de políticos y empresarios rusos y ucranios. Kiev, mientras tanto, asiste impotente a la ruptura del territorio.

Hasta aquí llegan los elementos predecibles. A partir de ahora solo caben las conjeturas sobre la próxima jugada del presidente ruso, Vladímir Putin. Y los preámbulos no son nada tranquilizadores. Moscú se declara dispuesto a “proteger a las comunidades rusas” del sureste de Ucrania, donde está alentando movilizaciones separatistas en Donetsk y Jarkiv, mientras pone en marcha ejercicios militares en la frontera y sus tropas se aventuran más allá de Crimea. Putin amaga y golpea porque sabe que nadie en Occidente va a responderle con sus mismas armas. De momento, además de hacerse con Crimea, su popularidad se ha disparado en Rusia al 70%.
Ahora bien, esta partida se está librando a medio y largo plazo. Y ahí Putin puede llevar las de perder. Su agresividad no solo ha provocado el plante de la hasta ahora contemporizadora Angela Merkel, sino que está precipitando una serie de cambios en la estrategia energética que van a acelerar inevitablemente la pérdida de influencia de Rusia. La diversificación de las fuentes de energía y la reducción de la dependencia del gas ruso estará en la mesa del Consejo Europeo del jueves. Y en este nuevo mapa, Estados Unidos puede desempeñar un papel determinante. En el aire está también la presencia de Moscú en el G-8.

Putin se está aislando, y no solo de Occidente. Su temeridad ha puesto en alerta a los Gobiernos aliados de las repúblicas centroasiáticas. Ni el juego sucio ni las maniobras imperiales parecen ser la forma más adecuada de ganarse lealtades en un mundo cada más interdependiente. Esa desconfianza de los vecinos, unida al mal desempeño de la economía rusa, puede lastrar su apuesta por la Unión Euroasiática. A nadie se le escapa que las bravuconadas de Putin tienen también como objetivo asentar su poder interno. Pero esgrimir el orgullo nacionalista tiene sin duda sus limitaciones cuando el país se va estancando en el declive y el inmovilismo.

martes, 18 de marzo de 2014

Los escritores de novela historica

(Daroca, 1957). Profesor de Historia y escritor. Licenciado en Filosofía y Letras, se doctoró en Historia por la Universidad de Zaragoza, en la que es profesor de historia medieval. Su labor de investigación se recoge en diferentes estudios históricos, muchos de los cuales están referidos a su ciudad natal (Historia de Daroca, las ferias de Daroca, la Comunidad de aldeas de Daroca en los siglos XIII y XIV, etc.) o a tierras aragonesas (Cartulario de Alaón (Huesca) (ed.), La cultura islámica en Aragón (ed.), La Seo del Salvador (coord.), Historia contada de Aragón.

Ha dirigido, además, programas radiofónicos y escrito guiones para documentales entre los que destaca la Historia de Aragón en vídeo, de la que es también el director histórico, labor que mereció en 1992 la medalla de plata en el XXXIV Festival Internacional de Vídeo y Televisión de Nueva York. Por otra parte, fue asesor histórico de la película de Ridley Scott 1492. La conquista del Paraíso.

En el campo de la narrativa, ha cultivado fundamentalmente la novela histórica, con El salón dorado (1996), El amuleto de bronce (1998) y El invierno de la Corona (1999) o El Cid (2000), editadas por Edhasa.

El salón dorado sitúa la acción en el siglo XI y narra la historia de un esclavo de origen eslavo al que los avatares de la existencia le harán conocer los grandes centros culturales del saber medieval en la cuenca del Mediterráneo. Tras servir en la biblioteca del patriarca de Constantinopla, pasará a la vaticana y de allí a Zaragoza cuando se está construyendo la Aljafería. En esta ciudad obtendrá la libertad, conocerá el amor y ocupará altos cargos en la corte de al-Muqtadir, donde vivirá la decadencia del reino.

El amuleto de bronce es una biografía novelada de Gengis Kan (1162-1227). Corral ha realizado una importante labor de documentación para llegar a penetrar en la verdadera dimensión de un personaje cuya grandeza histórica se ha visto eclipsada por su leyenda negra. Uno de los grandes aciertos de la novela es el contraste psicológico que se establece entre el protagonista, analfabeto, nómada y guerrero, y el narrador de la historia, un intelectual sedentario y ciudadano.

El invierno de la Corona: Pedro el Ceremonioso, transcurre en el siglo xiv en diferentes ciudades del Mediterráneo entre las que se encuentra Zaragoza y, en ella, de nuevo la Aljafería (sobre todo, el salón que edificó Pedro IV). El protagonista, el notario real Jerónimo de Santa Pau, con la colaboración del Canciller, se ve en la necesidad de abortar una conjura contra el rey encabezada por dos comerciantes catalanes a quienes apoya la reina Sibila de Forciá. Estos pretenden que el reino emprenda una cruzada para conquistar los Santos Lugares y abrir una nueva ruta comercial con Asia.

Su última novela, publicada en 2000, es El Cid, centrada en el histórico y a la vez mítico personaje al que intenta situar en su tiempo tal y como pudieron verle sus contemporáneos, a la vez que se adentra en el carácter del personaje.

Pero no son éstas las únicas incursiones en la narrativa realizadas por José Luis Corral. En 1998, se acerca a la literatura infantil con El corazón rojo (Egido Editorial), relato corto escrito para sus hijos que pretende devolver la fantasía a los lectores jóvenes. Un año más tarde publica en la misma editorial El espejo griego, novela de amor y desencanto político con el transfondo histórico de la transición.

Literatura clasica

Julia Junila Layetana nació el año 73 en Barcino, en el extremo occidental del Imperio Romano, en tiempos de Vespasiano. Hija de Marco Didio Falco, un detective encargado de resolver misterios y asesinatos, su madre literaria es Lindsey Davis, creadora de 20 títulos protagonizadas por este informante con pasado de legionario. Del 11 al 16 de noviembre Didio Falco y su hija Julia, volverán a pasear por Barcino. Será durante la primera edición de Barcelona Novela Històrica, unas jornadas que nacen dentro de los fastos del tricentenario de 1714.

Comisariada por el periodista Enric Calpena, los encuentros y mesas redondas intentarán responder a preguntas sobre este género que cada vez tiene más adeptos en España. Temas como: ¿Cuáles son los límites de la novela histórica, entre la documentación y la imaginación? ¿Barcelona escenario o protagonista? ¿Es posible la novela histórica gráfica? ¿Son mejores las sagas o las novelas únicas? y ¿qué leen los autores de novela histórica?, entre otros.

Entre los invitados, autores como Albert Sánchez Piñol (Victus), Alfred Bosch (1714), Jaume Clotat y David de Montserrat (Lliures o morts), además de Edward Rutherfurd, autor de novelas en las que narra la historia de ciudades como Nueva York, Londres y París, a través de sagas familiares; José Luis Corral (El médico hereje, ¡Independencia!), Ildefonso Arenas (Álava) o Lindsey Davis que recogerá el primer Premio Internacional de Novela Histórica Barcino, el miércoles 13.

Si Mont Llibre y la BCNegra nacieron del Any del Llibre; las jornadas lo hacen con la intención de perpetuar el tricentenario más allá de 2014. Ya se trabaja en el tema del año que viene: el fin de la I Guerra Mundial y los 2.000 años de la muerte de Augusto. El presupuesto de las jornadas es de 97.400 euros (similar al de BCNegra), de los cuales 8.000 son para el comisario Calpena.
Veinticinco galeras partieron del puerto de Málaga con destino a Orán rumbo a uno de los naufragios más terribles que se recuerdan. La preparación del viaje debió durar días, tal vez semanas. El trayecto apenas unas horas en las que el mar se fue enrareciendo, volviéndose más oscuro hasta apoderarse de una blancura que desató la tragedia. El 19 de octubre de 1562, un fuerte viento forzó a las galeras a refugiarse en la bahía de La Herradura (Granada). Un nuevo cambio inesperado en el mar convirtió el lugar en una tumba de sal para cerca de 5.000 hombres. La fuerza del oleaje llevó las embarcaciones hacia las rocas y fueron chocando unas con otras hasta irse a pique. “Fue un naufragio del que poco se sabe, pese a que fallecieron casi 5.000 personas”, explica el escritor Andrés Cárdenas (Bailén, 1954), que acaba de publicar Luna de octubre en la editorial Port Royal, una novela inspirada en la tragedia de la que se cumplen 450 años.

El motivo por el que apenas existen datos sobre lo ocurrido fue el secretismo con el que fue tratado el asunto desde un primer momento. “Felipe II lo ocultó. No quería que los espías de los turcos y berberiscos que había en la Corte se enteraran de que España se había quedado prácticamente sin flota en el Mediterráneo”, explica Cárdenas. A este hecho se unió que pocos años después sucedió el desastre de la Armada Invencible, que acaparó toda la atención de los historiadores. Pese a ello, un antiguo poema de Antonio Moyano relata la tragedia e incluso Miguel de Cervantes la menciona en el Quijote.

“Existen muchísimas preguntas que nunca han sido contestadas y que difícilmente podrán serlo. El capitán general que mandaba la flota era Don Juan de Mendoza. Se le rebelaron los capitanes italianos que iban en otros barcos y también los galeotes. Eso contribuyó a que el desastre fuera mayor”, aclara el escritor, que ha realizado un amplio trabajo de documentación para reconstruir la historia del hundimiento y de uno de los personajes que lograron salvarse (fueron 2.000 los supervivientes), el grumete Martín de Figueroa, que en la novela de Cárdenas es la voz que narra el suceso.

Martín de Figueroa era el grumete del capitán general que mandaba la flota hundida, además de ayudante del cirujano de la Capitanía, mamporrero de caballos y golilla en la biblioteca de Diego Hurtado de Mendoza, entre otros quehaceres. “Se trata de un bibliófilo empedernido que logra juntar una importante biblioteca. He procurado que la novela fuera un homenaje al libro en esta época en la que los apocalípticos apuestan por la desaparición del papel”, señala su autor.

La novela tiene otras reivindicaciones, como la autoría de El Lazarillo de Tormes. “Fue obra de Diego Hurtado de Mendoza y se publicó como anónima porque no podía firmarla al ser diplomático y por miedo a la Santa Inquisición”, asegura Cárdenas, que manifiesta de este modo su apoyo a una de las teorías que con los años han ido tomando más fuerza sobre la autoría del popular libro.

El empeño de Cárdenas con su novela ha sido el de “rescatar un trozo de la historia” que ha quedado sepultado por el tiempo, como si jamás hubiera sucedido. Resulta sorprendente el desconocimiento de una tragedia marítima tan enorme, mucho más si se tiene en cuenta que en el hundimiento del Titanic fallecieron 1.500 personas, lo que forjó una leyenda inmensa. “Los 5.000 muertos de La Herradura como poco merecen ser recordados”, asegura Cárdenas, que recomienda un trabajo de María del Carmen Calero, catedrática de Historia de la Universidad de Granada, en el que se da buena cuenta de lo sucedido aquel día. “Me he basado en gran parte en sus investigaciones para hilar una historia en la que no faltan las pasiones, la venganza y el amor. El protagonista es un muchacho que logró sobrevivir y al que le suceden muchas peripecias relacionadas con el tiempo en el que vivió”.

Se trata de la segunda novela histórica de Cárdenas, que trabaja como periodista. En la anterior, titulada El cántaro roto, profundizó en la batalla de Bailén, su ciudad de origen. Ahora se ha decidido por un libro que está lleno de homenajes, no solo a las víctimas, sino también a las obras de aventuras que han jalonado la vida lectora de su autor cuando era un joven al que atraían las historias y los libros. "El Conde de Montecristo, La isla del tesoro, Robinson Crusoe… De todo eso hay un poco. Es una novela de corte clásico que he tratado que sea amena y en la que me he permitido alguna que otra licencia humorística, algo de lo que cada día es más difícil prescindir, aunque sea en una tragedia como esta", concluye.

Cine de la gran guerra

A pesar de que se conmemore el centenario de su inicio, la Gran Guerra es un recuerdo lejano. En los años veinte, en cambio, el mundo vivía sus trágicas consecuencias y los Estados Unidos no eran una excepción. Aunque sus costes humanos no fueron equiparables a los millones de muertos sufridos por las potencias europeas, se superaron los 100.000 fallecidos y desaparecidos. La inversión económica realizada, además, se estimó como la tercera mayor de entre todas las fuerzas en conflicto.  

Según historiadores como Nicholas J. Cull, la ciudadanía se sentía decepcionada tras la guerra. Las encuestas reflejaban que la intervención en la contienda se consideraba un error. Esta opinión mayoritaria reforzó a los sectores políticos aislacionistas, que impidieron la entrada de EEUU en la Sociedad de las Naciones, el antecedente de la ONU creado en 1919. Todo ello favoreció que el Hollywood de entreguerras destacase por algunas miradas más realistas, y humanistas, al conflicto armado.

Antibelicismo... y fascinación por la tecnología

Obras propagandísticas como Corazones del mundo (1918) habían justificado la intervención militar estadounidense, dibujando a un enemigo deshumanizado y terrible. Pero en el nuevo contexto se abrieron camino otro tipo de proyectos. El gran desfile (1925), por ejemplo, fue un gran éxito comercial que contribuyó a modernizar la visión de la guerra en la gran pantalla.  

Sin novedad en el frente (1930) fue aún más allá al mostrar la brutalidad de la lucha, los miembros seccionados y cuerpos volatilizados por el uso de armamento pesado. Lo hacía, como Cuatro hijos (1928), asumiendo el punto de vista alemán. Una y otra proyectaban con mayor o menor rotundidad el rechazo a la guerra, vista como un fenómeno destructor que destrozaba las vidas de los movilizados y de sus seres queridos.

Poco después se filmó la primera adaptación cinematográfica de Adiós a las armas (1932), una novela donde Ernest Hemingway volcaba su desencanto hacia un conflicto que había vivido como voluntario de la Cruz Roja. Con todo, el antibelicismo era una tendencia apreciable pero no hegemónica. Sin novedad en el frente recibió el galardón a la mejor película otorgado por la Academia. Pero Alas (1927), que mostraba a los pilotos prácticamente como caballeros que se batían en duelo, recibió el mismo galardón.

Ambos filmes, como El gran desfile o Adiós a las armas , se situaron entre las tres producciones más taquilleras de sus respectivos años de estreno. También lo consiguió la beligerante Ángeles del infierno (1930), otra superproducción sobre aviadores fascinada por la tecnología armamentística. En ella, los únicos discursos pacifistas eran pronunciados por un cobarde y un anarquista callejero. Cuando el campo de batalla era el cielo, lejos del barro y la sangre de las trincheras, resultaba más fácil idealizarlo.
En unos años, el mundo del cine comenzaría a reorientarse hacia el intervencionismo. Algunos cineastas llamaron a la defensa de la España republicana, generando incomodidad en una industria con vocación exportadora. Bloqueo (1938), por ejemplo, terminaba con un monólogo desesperado del personaje protagonista pidiendo ayuda internacional.

Posteriormente, llegarían las primeras muestras de cine antinazi, con Warner Brothers como productora destacada. Algunas obras transcurrirían de nuevo en la Primera Guerra Mundial, ya sin ánimo reconciliador: The fighting 69th (1940) o El sargento York (1940) pretendía justificar una nueva confrontación con Alemania. Los responsables de esta última incluso afrontaron una comisión del Senado, que les investigó por difusión de propaganda probélica. El gran dictador (1940), de Charles Chaplin, también despertó controversias. Pero el ataque japonés a la base norteamericana de Pearl Harbor provocó que el país virase hacia el intervencionismo.

Con el apoyo gubernamental, Hollywood vendió lucha y patriotismo para todos los públicos y en todos los géneros cinematográficos. Los relatos sobre sus costes humanos quedaron en suspenso, y la deriva antibelicista del cine de entreguerras se convirtió en un raro oasis. Las décadas posteriores vendrían marcadas por el anticomunismo, la Guerra Fría y sus ramificaciones en Corea y Vietnam.

lunes, 17 de marzo de 2014

Lexico y Ortografia

Sin turbulencias internas, con el conciliador Carlo Ancelotti, el Madrid pasa por un periodo de exaltación. Tiene hambre. No le puede la rutina, no hay apatías y el virus FIFA afecta a otros. A falta de rematar una faena grande —ante el Barça el próximo día 23, por ejemplo—, el equipo transita firme y autoritario. Al revés que a su clásico rival, no hay quien le baje el pistón y el Madrid se toma a pecho cada asalto. Frente al Levante no fue una excepción. El Madrid jugó con la firmeza necesaria, y a ratos más que bien. Cristiano despejó rápido cualquier duda con un magnífico tanto, le secundó Marcelo con un gol de mucha clase y del resto se encargó el equipo granota. A la hora, David Navarro se excedió en una entrada por detrás a CR, cuando no había peligro alguno para su portería, y luego Nikos tuvo un ataque de pánico y sin una camisa blanca en su radar embocó en su portería. Con todo bajo control, Ramos se ganó la tarjeta que tanto quería para limpiarse el encuentro del sábado en Málaga y llegar sin condenas al clásico. La inquietud para el Madrid pudo ser la lesión de Carvajal, que se desplomó solo al final, y con Arbeloa en la enfermería, pero no fue alarmante.

REAL MADRID, 3- LEVANTE, 0

Real Madrid: Diego López; Carvajal, Varane (Nacho, m. 69), Sergio Ramos, Marcelo; Modric (Isco, m. 74), Xabi Alonso, Di María; Bale, Benzema (Jesé, m. 83), y Cristiano. No utilizados: Casillas; Pepe, Illarra y Morata.
Levante: Keylor Navas; Vyntra, David Navarro, Juanfran, Nikos; Pedro López, Sergio Pinto (Nagore, m. 74), Sissoko, Pallardó (El Adoua, m. 69), Ivanschitz; y Barral (Ángel, m. 87). No utilizados: Jiménez; El Zhar, Rubén García y Xumetra.
Goles: 1-0. M. 11. Cristiano. 2-0. M. 49. Marcelo. 3-0. M. 81. Nikos, en propia puerta.
Árbitro: Iglesias Villanueva. Expulsó con tarjeta roja directa a David Navarro (m. 64). Amonestó a Sergio Ramos, Di María, Vyntra y Pallardó.
Unos 75.000 espectadores en el Bernabéu.
Bien hizo el Madrid en no descuidarse ante el Levante, uno de esos contrincantes que puede resultar ulceroso para cualquiera. Se atrinchera y no concede nada, salvo la pelota, que no es de su reino. Joaquín Caparrós no se recata, descuelga laterales al medio campo (Pedro López) y se blinda con tres medios defensivos (Sissoko, Sergio y Pallardó). Y al menor despiste, ahí está Keylor Navas, mucho portero, una de las grandes sensaciones de la Liga. Lo confirmó con creces en Chamartín, donde solo se vio superado por dos grandes goles y un churrazo de su compañero Nikos en propia puerta.

No se demoró el Madrid, en el que no cabe la desidia. Abrumador de inicio, encontró la primera solución en Cristiano Ronaldo, que se colgó de los cielos para rematar con un frentazo un córner lanzado por Di María. Le querían anudar Sissoko, que tiene techo de pívot, y David Navarro, que no es un caramelo. Nada que hacer. Cuando el portugués coge batida es Hércules con muelles, alguien capaz de suspenderse en el espacio, cabecear duro y a la esquina. Una solución a la altura de Cristiano. Un dato demoledor define los planetas del Real Madrid y el Levante: 24 tantos lleva CR en Liga, solo dos más todo el conjunto granota.

Sergio Ramos consiguió la tarjeta que quería para llegar limpio al clásico del día 23
La diana de Cristiano a los 10 minutos puso en jaque al Levante, al que si le dejan masticar los encuentros acaba por negar a cualquiera. Por algo circula sin sobresaltos en zonas muy templadas de la clasificación. En el Bernabéu no se descompuso hasta el segundo tramo, pese al temprano gol en contra. Mantuvo el formato y padeció algún agobio de más por la poca aplicación defensiva de Ivanschitz, un notición en un grupo de Caparrós. Lo advirtió el Madrid, que cargó el juego con diagonales sobre el costado izquierdo de la defensa levantina. Por mucho que el técnico andaluz quisiera incomodar a Alonso con Sergio Pinto como vigía, el tolosarra y Sergio Ramos, que tienen pierna fuerte y toque ajustado, insistieron con machaconería por esa ruta. Carvajal lo aprovechó mejor que Bale, algo pálido, sin el martillo de otras jornadas. En el otro costado, hasta el despegue absoluto de Marcelo tras el descanso, Di María hizo de todo.

Lo único malo para el Madrid, la lesión de Carvajal, de los mejores junto a Marcelo
Con Keylor Navas como paladín —espectacular su parada con las yemas de los dedos a un cabezazo de Benzema que rebotó en un poste— y Diego López en la hamaca, el Madrid se retiró al camerino sin otro susto que el que se llevó Varane, feliz en su regreso, al que Ivanschitz pateó sin venir a cuento la rodilla derecha. Por suerte para el francés, no tuvo consecuencias. La única falta gravosa junto a la posterior de David Navarro que le costó la roja. Antes, Marcelo, desatado tras el descanso, llegó como un tiro por la izquierda, le asistió Cristiano, sacó la cadena a un defensor con un amago y clavó la pelota en la red con la derecha. Imparable hasta para Keylor, que tiene reflejos para casi todo.

lunes, 10 de marzo de 2014

Red y Poder

Quién manda en el mundo? ¿Qué relaciones existen entre las élites políticas y económicas de un país? ¿Cómo se articula el entramado fiscal de los más poderosos? ¿Se puede mapear el esquema transnacional del 1% que controla los flujos financieros del planeta?

En los últimos años han surgido varios proyectos, acciones o iniciativas para desvelar los secretos de las élites económicas. Proyectos que utilizan herramientas y código informático para sacarle jugo crítico al denominado big data (datos masivos), la ingente cantidad de datos generadas a diario. Proyectos que usan bases de datos en general. En España, el colectivo Manuela Lucas realizó diferentes visualizaciones sobre las Sociedades de Inversión de Capital Variable (SICAV), sus entidades gestoras, sus entidades depositarias y sus consejos de administración.
Cada vez es más evidente que desde hace tiempo hemos entrado de lleno en la era de la comunicación y la información. Con millones de personas a lo largo del mundo conectadas entre si a través de la red, creando contenidos, compartiéndolos, comunicándose entre ellos, la información generada diariamente alcanza volúmenes astronómicos. Y estos contenidos abarcan todos los ámbitos del conocimiento humano, desde recetas de cocina hasta los últimos estudios sobre computación cuántica.

Internet es sin duda la mayor biblioteca creada nunca.

Con estos volúmenes de información, muchas veces resulta imposible realizar un análisis por medio de los métodos tradicionales. Es tan grande que no podemos abstraernos para entender los datos a un nivel superior, quedándonos muchas veces en el detalle o la particularidad, sin que realmente eso contenga la información de mayor valor. Precisamente por esto, muchas veces los resultados acaban condicionados por la subjetividad de la persona que realiza el análisis.

Por este motivo pensamos que debemos apostar por el análisis objetivo de la información, usando los mecanismos que hasta ahora no hemos podido utilizar debido a las limitaciones técnicas que existían para manejar gran cantidad de datos.

En los últimos años muchas personas a lo largo de todo el mundo, han empezado a usar técnicas innovadoras para representar información que antes ni siquiera pensábamos que estuviera ahí. Se trata de la visualización de datos. Es difícil dar una explicación exacta sin que se confunda con visualización clásica, pero podría consistir en “moldear” visualmente por medio de la informática grandes masas de datos buscando patrones y tendencias que nos puedan guiar a entenderlos mejor como conjunto.

Por tanto, muchas veces los resultados sobre el análisis de unos datos o el inicio del propio análisis, está limitado por las capacidades técnicas para utilizar las herramientas que nos permiten poner en practica los métodos antes mencionados.

Nosotros intentaremos tratar todos los niveles en el proceso del análisis de la información a través de la visualización. En todos los aspectos que entendamos que están implicados, desde la generación de la información por parte de los órganos públicos o los propios ciudadanos, la calidad, disponibilidad y difusión de esta información a través de los medios más adecuados, así como los mecanismos para comprobar la veracidad y calidad de los datos, acabando en las herramientas y metodologías disponibles para manejar estos volúmenes de información.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Theo Franco, españoles y Segunda Guerra mundial

El 1 de abril de 1939 acabó la Guerra Civil Española y Francisco Franco se convirtió en Jefe del Estado del nuevo régimen en España. Apenas medio año después, Adolf Hitler desencadena la ofensiva sobre Polonia que producirá el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Frente a eso, Franco, que gobierna una nación en ruinas y con aún enfrentamientos entre fuerzas de seguridad y guerrilleros, tiene tres opciones: situarse como enemigo de Alemania o Italia, cosa que no quiso hacer, puesto que tiene gran afinidad política e ideológica con los gobiernos de esos países, que además colaboraron de forma importante en su victoria en la Guerra Civil. Tampoco puede situarse como enemigo de las potencias occidentales aliadas, al estar rodeado de Francia y sus colonias y tener Gran Bretaña una poderosa flota que podría imponer un bloqueo. No le queda más remedio que imponer la neutralidad, coincidiendo con la misma posición que mantuvo España en la Primera Guerra Mundial. Pero las diferencias entre ambos casos eran claras. Mientras que en la Primera Guerra Mundial España se había mantenido neutral en la guerra debido al aislacionismo que había sufrido tras el desastre del 98, y por lo tanto, había desfasado su ejército, ahora se mostraba neutral debido a las consecuencias de la Guerra Civil, que había devastado los nudos de comunicaciones, industrias y ciudades. A pesar de que tenía un ejército con gran cantidad de experiencia acumulada en la Guerra Civil y material moderno de origen italiano, alemán y ruso. La única similitud que había entre ambos casos era la gran agitación interna.
No obstante, tras la entrada en guerra de Italia el 10 de junio de 1940, Franco cambió su posición de 'neutralidad' a otra de 'no beligerancia' el 12 de junio de 1940.
El 1 de abril de 1939 acabó la Guerra Civil Española y Francisco Franco se convirtió en Jefe del Estado del nuevo régimen en España. Apenas medio año después, Adolf Hitler desencadena la ofensiva sobre Polonia que producirá el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Frente a eso, Franco, que gobierna una nación en ruinas y con aún enfrentamientos entre fuerzas de seguridad y guerrilleros, tiene tres opciones: situarse como enemigo de Alemania o Italia, cosa que no quiso hacer, puesto que tiene gran afinidad política e ideológica con los gobiernos de esos países, que además colaboraron de forma importante en su victoria en la Guerra Civil. Tampoco puede situarse como enemigo de las potencias occidentales aliadas, al estar rodeado de Francia y sus colonias y tener Gran Bretaña una poderosa flota que podría imponer un bloqueo. No le queda más remedio que imponer la neutralidad, coincidiendo con la misma posición que mantuvo España en la Primera Guerra Mundial. Pero las diferencias entre ambos casos eran claras. Mientras que en la Primera Guerra Mundial España se había mantenido neutral en la guerra debido al aislacionismo que había sufrido tras el desastre del 98, y por lo tanto, había desfasado su ejército, ahora se mostraba neutral debido a las consecuencias de la Guerra Civil, que había devastado los nudos de comunicaciones, industrias y ciudades. A pesar de que tenía un ejército con gran cantidad de experiencia acumulada en la Guerra Civil y material moderno de origen italiano, alemán y ruso. La única similitud que había entre ambos casos era la gran agitación interna.

No obstante, tras la entrada en guerra de Italia el 10 de junio de 1940, Franco cambió su posición de 'neutralidad' a otra de 'no beligerancia' el 12 de junio de 1940.
Acostumbrado a una guerra de posiciones fijas, sin grandes cambios estratégicos, el Ejército de Tierra español, carente de la movilidad operacional de las unidades blindadas de los grandes ejércitos europeos, carecía de experiencia en el terreno de las operaciones combinadas carros-infantería. Hay que recordar que los carros más modernos usados en la Guerra Civil fueron los rusos T-26, los germanos Panzer I (o Panzerkampfwagen I) y diversas tanquetas italianas FIAT, ya anticuados para 1940. Por tanto, un hipotético conflicto armado contra las fuerzas blindadas aliadas hubiera resultado desastroso. Incluso la Infantería española –considerada como una de las mejores del mundo tras su experiencia en la Guerra Civil Española– habría sido barrida por el ímpetu de los carros de combate modernos, los cuales España no tenía en número suficiente.
Al acabar la Guerra Civil se organiza el Ministerio del Ejército y el de Marina, creándose el del Aire. Se restablecen las Capitanías Generales a base de ocho Cuerpos de Ejército en la Península y dos en Marruecos.
Con el inicio del conflicto mundial, y en base a la política internacional de España, comienzan los preparativos para responder a una posible agresión exterior. Se crea la IX Región Militar y, en 1943, la Primera División Acorazada, dentro de las Fuerzas de la Reserva General.
Cuerpos de Ejército: 10.
Divisiones: 25.
Regimientos de Infantería: 81.
Regimientos de Caballería: 15.
Regimientos de Artillería: 52.
Regimientos de Ingenieros: 20.
Grupos de Intendencia: 12.
Grupos de Sanidad: 11.
Unidades de Veterinaria: 10.
Grupo de Automóviles: 12.
Compañías de Defensa Química: 12.
Regimientos de Carros: 5. + Tropas de la Reserva General.
3 Regimientos Infantería para base naval.
3 Batallones Ciclistas.
7 Tabores de Regulares.
5 Regimientos Caballería.
10 Regimientos Artillería.
3 Regimientos Transmisiones.
5 Regimientos Fortificación.
2 Batallones de Recuperación.
2 Compañías de Recuperación.
1 Compañía Intendencia.
3 Tercios de la Legión.

Al final de la II Guerra Mundial en 1945, España contaba con los siguientes efectivos militares: 300.000 soldados de tropa, 25.000 suboficiales y 25.000 jefes y oficiales. Unos efectivos bien entrenados y con la moral muy alta, pero disponiendo de un material militar anticuado, no renovado desde 1939, cuando España contaba con el apoyo de unos Gobiernos europeos desaparecidos tras el conflicto mundial.