jueves, 27 de febrero de 2014

Falso documental

Datos de audiencia: 5,2 millones de espectadores y 23,9% de cuota de pantalla. Añadan a esto el ruido generado en medios de comunicación y redes sociales. Conclusión: el falso documental de Jordi Évole (Salvados) sobre el 23-F ha sido un éxito brutal. No se habla de otra cosa, vale, pero ¿qué ocurre si analizamos el programa en el contexto de la historia cinematográfica de los falsos documentales? Que cojea.

El falso documental es una muñeca rusa que esconde una ficción bajo una apariencia realista. Pero no se trata simplemente de dar gato por liebre al espectador. Engañar no sería el fin del falso documental, sino más bien el medio para iluminar la realidad. O la paradoja de recurrir a la mentira para llegar a la verdad. En ese sentido, el Salvados del 23-F ha sido un experimento fallido.

El falso documental de Évole no logró lo más importante: contar algo nuevo sobre el 23-F
Pese a conseguir activar los clásicos efectos del falso documental (hacer caer en la trampa a muchos espectadores y reflexionar sobre lo fácil que es manipular la información), el programa de Évole no logró lo más importante: contar algo nuevo sobre el 23-F.

Casi toda la discusión generada por el programa ha girado en torno al formato en sí –¿es lícito disfrazar de verdad una ficción?, etc.–, en lugar de sobre el 23-F. Algo que tiene su lógica: el documental de Évole renunció a mirar dentro de los agujeros de la versión oficial. Ni contó nada nuevo sobre el golpe ni desmenuzó sus múltiples narrativas.

Salvados reconoció (sin querer) su fracaso cuando justificó así por qué recurrió a un falso documental para contar el 23-F: como protesta por el blindaje informativo que rodea aún al tejerazo: "Nos hubiese gustado contar la verdadera historia del 23-F, pero no ha sido posible. El Tribunal Supremo no autoriza la consulta del sumario del juicio hasta que hayan transcurrido 25 años desde la muerte de los procesados o 50 años desde el golpe".

Versión oficial

Évole renunció pues a enfrentarse a la versión oficial por una presunta falta de datos. Ahora bien: ¿y si el problema del 23-F no sea tanto la ocultación de información (que existe) como lograr montar tu propio puzle con la que hay disponible (que no es poca)? Ahí están libros recientes como Anatomía de un instante, de Javier Cercas, que aportó una infinidad de datos que dejaban en evidencia la tesis canónica.

Según Cercas, uno de los principales objetivos del golpe de Estado era formar un Gobierno de salvación nacional presidido por el general Armada. Con el apoyo (¿táctico?, ¿tácito?, ¿involuntario?) del Rey y de los principales partidos políticos (a derecha y a izquierda), y con Tejero jugando el papel de tonto útil que se rebela a última hora y lo echa todo a perder. Cercas lo contó más o menos así, como hicieron antes otros con mayor o menor énfasis político, pero el asunto sigue siendo una patata caliente difícil de digerir (territorio ideal, por tanto, para ser pisado por Salvados).

Sin embargo, no hay ni rastro de esto en el documental de Évole, que juega a poner en duda la versión oficial, pero no logra dar sentido político al trampantojo. Un puro y duro ejercicio de estilo.  

El especial de laSexta se presentó a los medios con un toque enigmático: "¿Puede una mentira explicar una verdad?". En ese sentido, el falso documental se quedó muy corto, pese a que algunas almas cándidas criticaran ayer a Évole por haber llegado demasiado lejos. Más allá de su reflexión sobre lo sencillo que es manipular la información, la mentira de Évole no ha servido para iluminar la verdad del 23-F. He aquí una lista de falsos documentales que sí lograron sacar brillo a la verdad con una capa de mentira.

La verdadera historia del cine (Peter Jackson, 1995)

Mucho antes de convertirse en el rey Midas de Hollywood con la trilogía de El señor de los anillos (2001-2003), Peter Jackson rodó un falso documental que puso patas abajo la historia del cine que se cuenta en los libros. La verdadera historia del cine era un biopic sobre un presunto cineasta neozelandés llamado Colin McKenzie que habría inventado todos y cada uno de los avances formales del cine (travelling, primer plano, sonido, color) unos años antes de que se descubrieran realmente. Un hallazgo histórico avalado por unos misteriosos rollos de películas encontrados por Peter Jackson en un cobertizo. Un documental sensacional que recurrió a un engaño para contar los primeros años de la historia del cine mediante una perspectiva original, novedosa y lúdica. Un icono pedagógico.

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