Sin embargo, el Gobierno congoleño se ha mostrado prudente hasta que pueda certificarse el desarme del M23. Además, en el país hay una veintena de grupúsculos rebeldes en activo, si bien el liderado por Bisimwa es el más importante, como demostró en noviembre de 2012 con la toma de la ciudad de Goma, en Kivu Norte.
Más optimista se mostró el enviado especial de Estados Unidos para la RCD y la región de los Grandes Lagos, Russ Feingold. Desde Pretoria, donde el lunes asistió a la cumbre regional sobre este conflicto, reconoció que se trata de un "anuncio crucial e interesante que va en la dirección correcta" para terminar con uno de los conflictos "más complejos del mundo". Un conflicto casi ininterrumpido desde 1996, con consecuencias dramáticas: más de cuatro millones de víctimas mortales y centenares de miles de desplazados, la mayoría a Uganda.
Hasta llegar al alto el fuego unilateral del M23 ha sido preciso recorrer un largo y tortuoso camino. En las últimas semanas, los milicianos, presionados por el Ejército congoleño y la misión de la ONU —cuyo apoyo ha sido clave—, se vieron acorralados en la región de Kivu Norte, zona montañosa junto a las fronteras de Uganda y Ruanda. Feingold señaló también como factor en el debilitamiento del M23 la política de amnistía hacia los guerrilleros y su reinserción como soldados en el Ejército regular.
En la cumbre celebrada el lunes en Pretoria participaron la mayoría de jefes de Estado de la región, pero destacó la ausencia del ruandés Paul Kagame, actor clave en el conflicto. La delegación de ese país estuvo presidida por el ministro de Exteriores, que firmó con el resto de líderes una resolución para hallar un "marco para la paz y la seguridad en la RDC".
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